Edimburgo, la ciudad más embrujada de Europa.

Continuando con el viaje por Escocia, esta entrada quiero dedicarla al Edimburgo más enigmático y encantador, la ciudad de las brujas, de la peste y de la magia.

Hay un dicho escocés que dice que si algo extraño te pasa en Edimburgo es por culpa de un fantasma o de un inglés. Se dice de Edimburgo la ciudad más embrujada de Europa y en la que más fenómenos paranormales se han registrado. Algo debe de haber de verdad ya que la historia es en muchos casos inquietante y aterradora.

El antiguo lago (hoy en día la estación de trenes, los jardines del príncipe y los museos nacionales de pintura) que separan la ciudad vieja de la nueva, se utilizaba para comprobar si una mujer era bruja. Se las ataba de pies y manos y se las tiraba al hediondo estanque, si estas se ahogaban era prueba de que no eran brujas, si sobrevivían, gracias a sus artimañas oscuras o a la densidad que adquirió las aguas (recordemos que era el vertedero municipal de heces y orines), eran ahorcadas públicamente en la explanada anterior al castillo, donde hoy en día se celebra el Tattoo Festival.

El insalubre lago trajo a la ciudad un sin fin de enfermedades, entre ellas más de una decena de epidemias de peste negra y bubónica.

Se conserva una antigua calle en el subsuelo de Edimburgo. Utilizada como cimientos para la construcción del Ayuntamiento, esta fue clausurada y cerrada al público (en Edimburgo era ilegal vivir bajo tierra) y conservada para la eternidad: Mary King’s Close.

En este inframundo resurgen las historias de las víctimas de las plagas, asesinos y asesinados, hoy convertidos en fantasmas de leyenda.

Durante el recorrido podemos tener el placer de conocer a Annie, una pequeña niña que llora desconsolada porque perdió su muñeca hace cientos de años (los visitantes le dejan juguetes para calmar su alma). Desgraciadamente al ser un recinto perteneciente al Gobierno, están prohibidas las fotografías, no obstante nos podemos traer de recuerdo un espeluznante escalofrío fruto del ambiente, las historias y los entes que allí habitan.

Otro recorrido de ultratumba que es más que recomendable para los viajeros es el de sus múltiples cementerios. Estos forman parte de la vida cotidiana de la ciudad, y es común ver a los ciudadanos tumbados en sus praderas de césped en los días soleados. Hay dos que destacan: el cementerio de Old Calton y el de Greyfríars.

Las tumbas de personas víctimas de la peste eran señaladas con calaveras. En Edimburgo proliferó los saqueadores de cadáveres para venderlos a las escuelas de medicina emergentes (algo que situó a la ciudad en una de las más avanzadas en el estudio de anatomía), es por ello que muchas familias decidieron marcar las tumbas de sus seres queridos con la temida calavera.

En el cementerio de Greyfriars, el más embrujado de Edimburgo, podemos encontrarnos varias historias interesantes: el perrito Bobby, el Skye Terrier que permaneció fiel 14 años en la tumba de su dueño (como nuestro gaditano perro Canelo) o el sangriento George MacKenzie, enterrado en 1691, cuyo fantasma causa moretones y cortes en las personas que entran en contacto con él.

Y de la ciudad más embrujada no podría surgir algo más mágico que la saga de Harry Potter. Es en el café «the elephant house» donde J. K . Rowling concibió gran parte de la saga. Junto al café está el cementerio de Greyfriars, donde se encuentra la tumba de un tal Thomas Riddle (el temido Lord Voldemort) o la George Heriot School, una escuela fundada para niños huérfanos dividida en cuatro casas.

También cercano al café se encuentra una de las calles más mágicas de Edimburgo, Victoria Street. Su similitud con el callejón Diagón es más que evidente, con su establecimiento de bromas al más puro estilo Weasley y sus preciosas gafas con nariz de portada, algo que mis amigos reconocen como mi óptica ideal. Allí se encuentra una de las tiendas más bonitas dedicadas al mundo Potter.

La saga la terminó en el lujoso hotel Balmoral, un 11 de Enero de 2007 en la suit 552.

No me cabe duda de que Edimburgo es la ciudad más encantada, y así nos encontramos todos los viajeros que la visitamos, sus infinitos rincones embelesan y nos dejan embrujados.

En el extremo opuesto a la colina del castillo, cerca del Palacio Real, se encuentra Calton Hill. En esta colina hay diversos monumentos que hacen que reciba el apodo de «la Atenas del norte». Muy recomendable ver un atardecer allí, siempre y cuando el tiempo escocés te lo permita, yo tuve la suerte de tener cuatro días soleados y un maravilloso día de sol y nieve.

En Calton Hill nos encontramos el Observatorio, el inacabado Monumento Nacional «la vergüenza de Edimburgo» y el monumento de nuestro conocido Almirante Nelson para homenajear su victoria en las gaditanas aguas de mi querido Trafalgar (ay si los Caños hablaran).

En Princes Street, la calle que separa la old town con la new town, nos encontramos un entorno de cientos de tiendas. El paseo por los jardines del príncipe tiene su punto romántico (en referencia al movimiento cultural decimonónico) y bucólico, allí se encuentra el monumento al escritor escocés Sir Walter Scott (tiene una tortuosa subida de casi 300 escalones a su mirador, que se estrecha acongojadamente en su último tramo) o la Galería Nacional de pintura, donde podemos ver a Miguel Ángel, Rubens, Tiziano, Murillo, el Greco y la estrella de la colección: nuestra añorada vieja friendo huevos de Diego Velázquez.

El museo que me enamoró fue el National Scotish Museum, un edificio victoriano espectacular con una amplia colección de animales, objetos de ciencia, arqueología, vestimentas, joyas, etc. Un auténtico bargueño de tesoros que me hicieron repetir la visita en dos ocasiones.

Hay piezas tan interesantes como el ajedrez de Lewis, datado en el s. XII o los misteriosos ataúdes en miniatura de finales del s. XVIII que se encontraron enterrados el la ladera del antiguo volcán escocés «el asiento de Arturo» y que quizás estén relacionadas con el enterramiento simbólico de las víctimas de unos asesinos en serie, comerciantes de cadáveres.

La oveja más famosa del Mundo se expone en este maravilloso parque de las Ciencias y la Arqueología.

De Edimburgo no puede irse uno sin probar sus pies (especie de empanadas), sus puestos de comida callejeros, disfrutar de sus cafeterías y pubs (me encantó Devil’s Advocate) y de la música en directo que se ofrece en ellos (The Jazz Bar ofrece música en directo casi a diario).

Uno se ve en la obligación de vestirse en sus maravillosas tiendas vintage (W. Armstrong & Son en la plaza Grassmarket es la más famosa), al más puro estilo Roza Mística y de visitar las encantadoras tiendas de pamplinitas (muy recomendable las de Cockburn Street), incluida la tienda de fósiles y minerales más famosa de Escocia (en Grassmarket).

Edimburgo de oscuras piedras y callejones empinados, de corrientes de frío helado y puestas de Sol eternas. Edimburgo de calles sepultadas bajo un aterrador secreto, de susurros e inspiración, Edimburgo de brujas y fantasmas, Edimburgo de magos y de muggles, de reyes, de músicos y de poetas.

Misterioso y encantador… sé que algo de mi se ha quedado allí para siempre.

AFTER ALL THIS TIME?… ALWAYS

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